jueves, 11 de junio de 2009

De cumpleaños y velorios

Hay mucha gente que está en mi contra, de eso no hay ningún lugar a dudas. Sea por política, por principios, por conceptos, siempre algún fulano me rema contra la corriente. Existe un tópico, sin embargo, en el cual casi todo el mundo disiente conmigo: los velorios.

Yo siempre digo, ¿por qué diferenciar tanto un velorio de un cumpleaños? Veámoslo de la manera práctica.

En los cumpleaños, entre más ostentosa sea la familia del agraciado, más caras y abundantes suelen ser los canapés. No siempre se da, cuidado: en algunas casas el dinero es proporcional a lo estrecho de las mangas. ¿Y en los velorios? En ellos, entre más plata tenga el finado, más caros y abundantes son los detalles con quienes le honran. Chocolates para levantar el ánimo, café para sostener el velar, algún bocadillo para engañar a la panza. ¿Qué más necesitamos parar currar la tarde?

Otro punto a considerar es el conocimiento sobre el homenajeado. En los cumpleaños, si el tipo tiene guita pero no paga seguridad, se llena de lacras que por un trago y un sanguchito fingen durante varias horas ser hermanos del hijo del tío del sobrino del cumpleañero. Ni hablar si estos parásitos de los festejos se pasan de copas y empiezan a bailar en calzoncillos sobre alguna mesa, con las consecuencias que eso trae en la líbido de las señoras -viejas chotas- concurrentes. ¿Y en los velorios? En estos gratos eventos siempre existe la posibilidad de que se cole algún ñato que con la excusa de ser hermano del hijo único del mejor amigo del muerto se pone a hacer sociales con los presentes presumiendo inexistencias o, si el tipo tiene la cara más dura que un mármol, pedir trabajo o guita prestada. Ni hablar si el pusilánime además de desvergonzado se cree lindo: a cuidarse las hembras en edad reproductiva.

Por último, una divergencia casi filosófica pero no por es menos divertida. En los cumpleaños se atosiga con nimiedades al cumpleañero durante toda la noche, para terminar de hundir su autoestima con el clásico 'Cumpleaños Feliz', los cincuenta segundos más incómodos del año para cualquier mortal que no tenga la sonrisa a pedal y la hipocresía por la estratósfera. ¿Y en el velorio? En el velorio un montón de infelices hacen ronda alrededor del caduco para lamentarse como si en vida les hubiera importado algo. Reemplaza a la vieja que siempre nos cuenta alguna anécdota de la Edad de Piedra en los cumpleaños algún pariente borracho que llora desconsoladamente y golpea el cajón, como si el del jonca necesitara que lo remataran a trompadas. Y de remate, termina todo con la destrucción total, a las diez de la mañana, echando el fiambre de los gusanos; más piadoso que el cumpleaños feliz, sin duda.

Por todo esto, ¡felices velorios para todos!