domingo, 22 de noviembre de 2009

Nawn! Ob-i-torii.

Esta sería la historia de un muchacho cualquiera sino existieran los fabulosos sucesos que dan color a la anécdota. Sino sucedieran (en el relato), quizá el mundo sería un lugar mejor para existir.

Los detalles irrelevantes -o tal vez no- voy a dejarlos de lado. Supongamos que todo esto ocurrió hace unos treinta años. Supongamos que el protagonista se llama Alejandro, que tiene unos 17 años y que sus días transcurren monótonamente como si de una condena miserable se tratara. Supongamos que vive por inercia en el centro vorágine de mediocridad pero, aún así, ambiciona. Desea con todos sus fuerzas estar por sobre los demás, desde el más primitivo de sus deseos, simplemente por supremacia, y por envidia, y por rencor hacia todos aquellos que le hablan, le tratan y le piensan.

Quiso su línea de tiempo que amanezca un día donde el principal atractivo era pararse a esperar en la cola de un banco, para pagar. Así se ganaba los pocos pesos que luego dilapidaba en estupideces. Despeinado, sucio y mal vestido, faltando a clases, sale a la calle. Bolso al hombro y unos grandes auriculares a modo de tapón, sobre los oídos. El nivel de la música, ensordecedor. Sube al colectivo, saca el boleto y resulta ser el único infeliz que viaja parado. Las viejas que lo miran mal, y él piensa en destruirlas. Un bebé se pone a llorar. Los gritos superan incluso a su música. Lo mira y automáticamente imagina qué satisfactorio sería tirarlo por la primera ventanilla abierta, estamparlo sobre el pavimento y reventado y frito bajo el sol incandescente de esa mañana. Veinticinco minutos después, el viaje motorizado concluye y comienza la travesía a pie.

Diez cuadras por delante. No es tanto, pero tampoco es poco. Para colmo de males, hace muchísimo calor. No importa, maldecir a quienes se regocijan con el aire acondicionado calma a cualquiera. Camina, se ensucia el zapato con excremento de perro, insulta fuerte y odia a todos los perros del mundo. Mejor aún, a todos los animales. Más, a todo lo que parezca o se comporte como animal. Y luego se odia a él, por no poder estar achicharrando las cabezas de todos aquellos que le hacen la vida imposible.

Decide calmarse escuchando el cassette con música 'más pesada'. Cambia la cinta y se aisla en su universo de sonidos apocalípticos. A dos cuadras del banco por recorrer y una esquina por cruzar, comienza a cantar. No se escucha, supone que los demás no lo escuchan y canta aún más fuerte. Los brotes de los árboles le dan alergia, le pica severamente la nariz, se congestiona y vuelve a llenarse de odio. Queda poco, sigue cantando, sigue odiando y sigue caminando sin mirar.

Canta sus fonéticas en algún idioma nórdico. Se acerca a la última esquina.

'meeeeister dan doooooorm.'

No ve que el semáforo está en verde.

'eniel avs toooornd.'

No ve, no escucha, no siente ni al auto rojo ni al auto blanco que se acercan a toda velocidad.

'oh! dein mi feliiii.'

Logra sentir los bocinazos, pero ya es tarde. A penas dos metros lo separan de las moles de metal desplazándose a varias decenas de kilómetros por hora. Su cerebro sólo reacciona para levantar la mano y bloquear el impacto, como último recurso para la defensa. No deja de cantar, sin embargo.

'Nawn! Ob-i-torii.'

Aquí sucede lo asombroso. De sus manos, un brote de color oscuro parece concentrar todo el aire circundante, conformando un sólido bloque entre los vehículos y el muchacho. Los coches impactan contra este colchón y se detienen bruscamente. Alejandro parece comprender, en milésimas de segundo, lo que sucede. Y odia, odia a los automóviles, odia a los conductores, odia al semáforo, odia al pavimento, odia a los pájaros, a los perros, a las viejas, a los bebés, al día soleado. Vomita todo su odio en la forma de una sustancia negra y espesa, y vuelve visibles a las concentraciones de aire. Se tornan oscuras y macizas, y caen sobre los automóviles, despedazando máquina y personas sin discriminar.

Alejandro da media vuelta y corre sin pensar ni dónde ni cuándo parar.

Cincuenta metros más adelante es detenido.