miércoles, 9 de junio de 2010

Nawn! Ob-i-torii. (ii)

- ¡Correte! - gritó Alejandro al toparse con el muchacho de pulóver rojo que intencionalmente se interponía en su camino.

- Me parece que salir corriendo luego de lo que acaba de ocurrir no es lo más sensato. Te puedo ayudar si eso querés. - le respondió. Alejandro pudo ver en el rostro de contraparte que el ofrecimiento era auténtico. No parecía poder existir maldad alguna en esos ojos oscuros y tranquilos que lo miraban. Aún así, el odio, la violencia y el miedo que lo invadían lo obligaron a rechazar la oferta groseramente.

- Lo único que me interesa en este momento es llegar a mi casa, y rápido. Dejame pasar. - lo increpó mientras desviaba la mirada hacia el suelo y apartaba hacia un lado al chico de rojo.

- Bueno, si es lo que querés... -

Alejandro siguió caminando con paso apresurado. La cabeza le daba vueltas, no entendía lo que había ocurrido y en su desentendimiento los hechos se le volvían distantes. ¿Por qué no llegaron a golpearlo los automóviles? ¿Contra qué habían chocado? ¿Qué los destruyó?

Las sirenas de la policía comenzaron a escucharse a lo lejos. Seguramente alguien iba a alertarlos sobre él, en cualquier momento los iba a tener encima, era inevitable. Llegar a casa se volvía imposible, eran varios los kilómetros que lo separaban de ella y transitarlos a la carrera con las fuerzas de seguridad pisándole los talones era aún peor. Intentando una suerte de fuga comenzó a doblar en esquinas al azar; quizá así encontrarlo sería más difícil.

'Quiero llegar, necesito llegar', pensaba Alejandro para sus adentros.

Sabía que era imposible, y aún así lo ansiaba con todas sus fuerzas. El deseo se intensificón cuando vió a un patrullero irrumpir en la cuadra por la que iba transitando, pero... ¿qué cuadra? Los lugares le resultaban extrañamente muy familiares. ¡Era la cuadra de su casa! Sólo unos pocos metros más e iba a estar a salvo.

Al llegar a la puerta intentó coincidir la llave con la cerradura y abrirla, pero no hubo caso, algo no funcionaba como era debido. Sintió al patrullero aminorar la marcha. De seguro si actitud era sospechosa, estaba siendo demasiado evidente y no encontraba otro modo de entrar a su hogar.

El pánico hizo presa de él cuando la sirena dejó de oirse para dar lugar a dos portazos metálicos y pasos con botas sobre el asfalto. A modo de reflejo, siguió sus instintos. Deslizando su mano sobre la cerradura, pensó para sus adentros: 'Nawn! Ob-i-torii.' Escuchó con claridad el movimiento de los mecanismos de la cerradura y la puerta se abrió sin problemas.

Se apresuró a entrar y cerrar. Apoyó la espalda sobre una de las paredes del pasillo del ingreso y se dejó caer mientras un suspiro de alivio escapaba de su interior.

- Lograste llegar, Montesinos. Vení, tenemos varios temas para charlar. - le dijo una voz profunda desde la otra punta del corredor.